Adaptación propuesta por UFPEL en la novela “El crimen del cine Oriente” de Javier Tomeo (1995)
Estaba yo en casa jugando carta con mi abuelo. Cuando a las dieciocho horas en punto el sino de la iglesia había tocado, entonces había recordado que tenia que ir hasta calle principal donde estás ubicado la farmacia del centro, para comprar las pastillas de mi abuelo. Fue inmediatamente en el centro.
“Recuerdo que estaba lloviendo a mares y que entré en aquel cine porque no tenía otro sitio donde meterme.
Era domingo, habían dado las diez de la noche y hacía bastante rato que había empezado la película. Me senté en la última fila y lo primero que hice fue quitarme los zapatos, que se me habían puesto perdidos de barro. La película que estaban echando era de amor y salía una chica rubia con un buen par de melones y un montón de medallas en el pecho. Un tipo con pinta de príncipe o algo así. Al cabo de un rato me quedé como un tronco y cuando me despertó el acomodador había salido casi toda la gente. Ya estaban encendidas las luces, pero a pesar de todo me puso la linterna a un palmo de la nariz y me preguntó si pensaba que aquel cine era un hotel.”
Entonces respondí para lo mismo que había puesto los calzados allí para descansar los pies y que el trabajo del sería solamente orientar las personas y no hacer chistes. El acomodador había dicho: - Eso no va ficar así. Salí del cine tranquilamente cuando más tarde habían publicado en los noticiarios jornaleros sobre la muerte del acomodador. ¡Sorpresa! más había sido lo único caso oculto en la ciudad, ¿Por que será? ¿Crimen perfecto?
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